El sur de Siria vuelve a ser epicentro de una peligrosa escalada de violencia. La provincia de Suwayda, de mayoría drusa, se encuentra sumida en una nueva ola de enfrentamientos entre milicias drusas y clanes beduinos, pese a los reiterados esfuerzos por instaurar un alto el fuego. La situación, lejos de estabilizarse, se ha agravado con la intensificación de los ataques aéreos israelíes y la intervención intermitente del Ejército sirio.
Alto el fuego roto y despliegues contradictorios
Luego de varios días de tregua mediada por Estados Unidos, Turquía y países árabes, el frágil cese de hostilidades colapsó el viernes. El Ministerio del Interior de Siria desmintió oficialmente los rumores sobre un nuevo despliegue militar en Suwayda, pero fuentes locales y videos verificados revelan lo contrario: columnas de fuerzas gubernamentales volvieron a ingresar a la región en coordinación con algunas facciones drusas para “restaurar la estabilidad”.

Israel, que había exigido previamente la retirada siria del sur, aceptó —según reportes extraoficiales— el ingreso limitado de fuerzas de seguridad sirias durante 48 horas para contener la violencia. Esta decisión, inédita, responde al temor de que el conflicto intercomunitario escale aún más y arrastre a actores regionales.
Violencia étnica y desplazamiento masivo
Según datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Reino Unido, los combates enfrentan a milicias drusas contra clanes beduinos apoyados por el gobierno central. El ministro de Gestión de Desastres de Siria, Raed al-Saleh, confirmó la evacuación de cientos de familias, más de 570 heridos y al menos 87 muertos en la última semana. La Red Siria para los Derechos Humanos estima en 321 las víctimas fatales desde el domingo.
Imágenes difundidas por Al Jazeera muestran intensos tiroteos en las zonas rurales de Suwayda y la llegada de refuerzos armados beduinos desde otras provincias. Uno de los líderes tribales, Abdul Moneim al-Naseef, llamó a una movilización nacional para “salvar a nuestro pueblo de masacres y limpieza étnica”.
En paralelo, el gobernador de Daraa informó que más de 1.000 familias desplazadas cruzaron hacia esa región. El sistema humanitario se encuentra colapsado: la ONU reportó severas interrupciones en las rutas de abastecimiento, bloqueos de seguridad y la imposibilidad de brindar asistencia en Suwayda. La OMS logró enviar suministros de emergencia a Daraa, pero el acceso al epicentro del conflicto sigue vedado.
El trasfondo regional: Israel, los drusos y la sombra de Irán
Israel profundizó su participación en el conflicto con una serie de ataques aéreos sobre convoyes militares sirios e incluso sobre la sede del Ministerio de Defensa en Damasco. Según funcionarios israelíes, la operación buscó “proteger a la comunidad drusa”. Esta comunidad es vista como un aliado leal dentro de Israel, donde sus integrantes incluso sirven en las Fuerzas de Defensa israelíes.

La reaparición de Tel Aviv en el tablero militar sirio no es casual: se produce en un momento de redefinición geopolítica tras la caída de Bashar al-Assad en diciembre de 2024 y en el marco de una gira estratégica del ministro de Defensa israelí, Israel Katz, por Washington. Katz se reunió con su par estadounidense, Pete Hegseth, para discutir las amenazas regionales, particularmente Irán, y coordinar respuestas conjuntas.
Una fractura histórica reactivada
Los enfrentamientos entre drusos y beduinos en Suwayda no son nuevos, pero han adquirido una dimensión sin precedentes. La región es hogar de una importante comunidad drusa, minoría religiosa surgida en el siglo X, y de clanes beduinos sunnitas. El conflicto actual se originó tras un ataque de beduinos a un ciudadano druso, lo que desató secuestros cruzados y represalias violentas.
El investigador sirio Ahmed Aba Zeid señaló que “no hay una razón específica” para estos conflictos, pero advirtió que “el Estado explotó esta tensión para modificar el equilibrio en Suwayda, lo que agravó aún más la situación”.
Condena internacional e incertidumbre
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció violaciones graves por parte de todos los actores: ejecuciones sumarias, secuestros, asesinatos arbitrarios y destrucción de viviendas. La agencia de refugiados de la ONU expresó su “profunda preocupación” por el deterioro de la situación humanitaria y exigió acceso sin restricciones.
“Esta masacre debe terminar. La protección de la población civil debe ser prioritaria conforme al derecho internacional”, declaró el alto comisionado Volker Turk.
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