El anuncio del cierre de negociaciones entre el Mercosur y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) fue presentado como un logro significativo por la administración de Javier Milei. La concreción de un Tratado de Libre Comercio con Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza representa, en los papeles, un avance en los esfuerzos por diversificar mercados y abrir la economía argentina al mundo.

La EFTA no es la Unión Europea. Si bien sus países miembros tienen alto poder adquisitivo y estabilidad institucional, su tamaño demográfico y económico es reducido en comparación con otros bloques. La proyección de crecimiento del comercio bilateral con este grupo europeo, aunque positiva sin lugar a dudas, será marginal si se lo compara con un eventual acuerdo con Estados Unidos, India o China. La conclusión del tratado es, en términos reales, una señal más simbólica que transformadora.
El Mercosur como traba para una política comercial soberana
La dificultad principal para la Argentina no radica en la naturaleza del acuerdo con EFTA, sino en el corsé estructural que implica el Mercosur. A pesar de que el gobierno argentino promueve un enfoque liberal de apertura comercial, la arquitectura institucional del bloque impide una acción autónoma.
Este patrón se ha repetido en las frustradas negociaciones con Estados Unidos, donde la voluntad argentina de acercamiento encontró trabas no por falta de interés bilateral, sino por la negativa brasileña a flexibilizar el arancel externo común. La misma situación se vivió con el estancamiento del tratado con China que impulsaba Uruguay.

En ese marco, el anuncio de 50 exenciones arancelarias por parte del gobierno argentino es una señal positiva de intento por relajar las restricciones internas del bloque. No obstante, su implementación depende de acuerdos multilaterales, lo que vuelve a colocar a la política exterior nacional bajo tutela.
La falsa épica de la integración regional
El Mercosur ha demostrado ser una herramienta más burocrática que integradora. Desde su creación, las instancias de convergencia efectiva han sido esporádicas y sujetas a ciclos políticos. La firma del tratado con la Unión Europea, que parecía inminente en 2019, continúa empantanada por presiones internas del bloque europeo y desacuerdos persistentes dentro del Mercosur, especialmente con Francia y Brasil, que, a pesar de la nueva firma a fines de 2024, el acuerdo hoy continua estancado y a merced de la aprobación europea.

En este contexto, la firma del acuerdo con EFTA aparece como una movida oportunista para mostrar resultados antes del traspaso de la presidencia pro tempore a Brasil.
¿Flexibilización real o discurso?
Uno de los ejes que Argentina intentará incluir en la declaración final de la Cumbre del Mercosur es el compromiso de avanzar hacia una mayor flexibilidad para que cada miembro pueda negociar acuerdos comerciales de manera individual. Esta es una demanda histórica de sectores productivos y exportadores argentinos que ven al Mercosur más como una camisa de fuerza que como una plataforma de desarrollo.
Sin embargo, el contexto institucional del bloque y la reticencia de los socios más grandes, particularmente Brasil, a ceder autonomía, hacen que este objetivo sea difícil de materializar.

A corto plazo, el tratado con EFTA puede abrir pequeñas oportunidades para productos específicos, pero difícilmente transforme la estructura exportadora del país. Lo verdaderamente relevante será si este impulso se convierte en una estrategia de política comercial más ambiciosa que apunte a acuerdos bilaterales por fuera del Mercosur, aún si eso implica una redefinición del vínculo con el bloque.
La narrativa oficial de la Cancillería de modernización y flexibilidad aún debe traducirse en mecanismos efectivos que permitan a Argentina negociar por fuera de un esquema regional que no siempre responde a sus intereses. De no lograrse, continuará la frustración: acuerdos tardíos, con escaso impacto y negociados bajo la sombra de Brasil.
Te puede interesar: Cobertura – Se concluyó un Tratado de Libre Comercio entre Mercosur y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA)













