La Real Armada británica ha enviado recientemente al buque de patrullaje HMS Spey a la región del Indo-Pacífico como parte de una misión internacional para monitorear las actividades marítimas de Corea del Norte, en medio de crecientes tensiones por su programa armamentístico. El despliegue busca reforzar el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que sancionan a Pyongyang por su desarrollo y proliferación de armas.

Así, y en colaboración con la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón, el HMS Spey patrulló aguas internacionales para vigilar embarcaciones norcoreanas sospechosas de violar las sanciones internacionales. Los datos recabados durante las patrullas del HMS Spey fueron compartidos con el Comando de Naciones Unidas, fortaleciendo la cooperación multinacional en materia de seguridad marítima.
El recorrido de operación: maniobras para incrementar la vigilancia marítima
Las autoridades británicas creen que el líder norcoreano Kim Jong-un obtiene ingresos a través del tráfico de armas, por lo que es crucial incrementar las tareas de vigilancia naval en la región. En este contexto, la operación se llevó a cabo en paralelo con la participación de personal británico de la Batería 148 en el Ejercicio Bersama Shield 2025, una iniciativa de entrenamiento regional.
Según confirmaron desde el diario Plymouth Herald, el HMS Spey atracó en la Base Naval de Sasebo, Japón, tras terminar la patrulla. Allí mismo, recibió a una delegación de altos mandos navales del Reino Unido, Japón y Estados Unidos para “fortalecer las relaciones bilaterales y trilaterales con sus aliados asiáticos y estadounidenses”.

Pero el despliegue naval surge en un contexto más amplio. Puntualmente, se llevó a cabo en un escenario geopolítico cada vez más delicado en el Indo-Pacífico. Según el diario Express, la Armada estadounidense ha redoblado sus esfuerzos para garantizar el orden marítimo en la zona, especialmente frente a las constantes incursiones de China en el espacio aéreo y marítimo de Taiwán. Similar postura adopta el Reino Unido, mostrándose comprometido con “mantener la estabilidad en una región clave para el comercio y la seguridad internacional”.
La proyección de poder británica en el Indo-Pacífico
En paralelo a la reciente operación, la presencia militar del Reino Unido en el Indo-Pacífico comenzó a consolidarse hace tiempo, aunque se vislumbró a mediados de junio con el ingreso pleno del Carrier Strike Group 25 (CSG25) en aguas del océano Índico, liderado por el portaaviones HMS Prince of Wales. Este despliegue, enmarcado en la operación Highmast, simbolizó la ambición británica de proyectar fuerza y reforzar alianzas en esta región cada vez más definida por la competencia estratégica entre potencias.

Además, el despliegue sucedió tras la decisión del primer ministro británico de aumentar el presupuesto de defensa al 2,6% del PBI, en una apuesta clara por restaurar la influencia global del Reino Unido. Uno de los momentos más destacados de tal ejercicio fue la realización de maniobras con la Armada de India los días 9 y 10 de junio en el mar Arábigo occidental.
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