Desde la pandemia de COVID-19 en 2020, el mundo ha atravesado un contexto de tensión constante. Las amenazas no solo se han limitado al área sanitaria, sino que también se han expandido a los conflictos bélicos como la guerra entre Rusia y Ucrania y al reciente estallido de violencia en Medio Oriente, con la participación de Israel, grupos armados regionales y Estados Unidos. A ello se suman los crecientes ciberataques que afectan tanto a gobiernos como a infraestructuras críticas. En este panorama inestable, los países miembros de la OTAN han comenzado a tomar medidas concretas para fortalecer sus sistemas de defensa y proteger a sus poblaciones.
En ese marco, durante la última Cumbre de la OTAN realizada el 24 de junio en La Haya, el Reino Unido anunció que prevé destinar el 5 % de su Producto Bruto Interno (PBI) a áreas de defensa y ciberdefensa para 2035, en línea con los compromisos asumidos por otros países aliados durante el Foro de la Industria de Defensa.

Bélgica, Canadá, Dinamarca, Alemania, Grecia, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, Suecia, Turquía y el Reino Unido firmaron un acuerdo para coordinar la compra, el almacenamiento, el transporte y la gestión de materias primas críticas para la industria militar. Esta iniciativa también incluye el reciclaje de materiales ya utilizados, con el objetivo de lograr una gestión más eficiente, sostenible y resiliente frente a futuras crisis.
En ese mismo encuentro, el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, subrayó la creciente importancia de la cooperación con los países del Indo-Pacífico. Según explicó, las regiones euroatlántica e indopacífica están cada vez más conectadas en términos de seguridad estratégica. Rutte agradeció especialmente el apoyo brindado por esos países a Ucrania incluso a través de canales coordinados con la propia OTAN y destacó el avance de los denominados “Proyectos Emblemáticos”, orientados al desarrollo conjunto en defensa, innovación y vigilancia.
Por su parte, el Reino Unido está avanzando en un ambicioso plan de modernización de su capacidad aérea. El secretario de Defensa británico, John Healey, anunció que se destinará el 3 % del PBI a la Real Fuerza Aérea (RAF) para 2034. El plan incluye la incorporación de cazas F-35 de quinta generación, la actualización de los Typhoon ya existentes y el desarrollo de nuevos reactores de alta velocidad.
La empresa fabricante, Lockheed Martin, confirmó que el Reino Unido mantiene su compromiso de adquirir 138 unidades, que serán utilizadas de manera conjunta por la RAF y la Royal Navy.
Como complemento a su estrategia militar, el Reino Unido también está reforzando su enfoque sanitario y biotecnológico. El gobierno británico anunció la construcción de un nuevo Centro Nacional de Bioseguridad en Surrey, al sur de Londres, con una inversión de 1.000 millones de libras. El objetivo es anticiparse a posibles pandemias futuras y proteger tanto a la ciudadanía como a la economía del país.
La instalación funcionará como un campus multidisciplinario centrado en la bioseguridad, la seguridad alimentaria y la prevención de enfermedades zoonóticas aquellas que sé transmiten de animales a humanos. Según datos oficiales, cerca del 60 % de las enfermedades infecciosas conocidas tienen origen zoonótico, y aproximadamente el 75 % de las enfermedades emergentes también se originan en animales. Esto convierte su prevención en una prioridad de salud pública y seguridad nacional.
En respuesta a un escenario internacional cada vez más complejo, los países aliados están apostando a aumentar sus capacidades de defensa e impulsar la innovación tecnológica en el sector militar, como parte de una estrategia para adaptarse a los desafíos emergentes.
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